26.1.14

PROLOGO Las cenizas del viaje


Publicado por la universidad de Huelva, 2011


El libro se divide en tres partes: “Hogueras en la playa”, “Las brasas de la tarde”, y “Humo fugitivo”. La primera parte consta de 15 poemas, la segunda de 9 y la tercera de 11. Tal vez esta distribución numérica, -todos los números son impares- sea un recuerdo inconsciente de la silva, ya utilizada en su otro libro Desde la Jarquia, que se apoya en un diseño rítmico de versos blancos de número impar de sílabas. La primera parte indica el comienzo del viaje, que puede descomponerse en tres momentos importantes: ilusión de llegada en el poema inicial, “Carretera de Assilah”; añoranza de despedida, en el poema “Último ferry”; y desilusión de lo logrado en “Manual de supervivencia”. La segunda es un remanso meditativo, con paradas en ruinas arqueológicas y en paisajes infantiles, que no dejan de ser, a su modo, otras ruinas. La tercera se centra en la despedida y en el poso evanescente de las impresiones del viaje. Hay tres facetas del fuego en la titulación de las partes: desde las hogueras en la playa, fuego pasional en su manifestación más alzada, hasta el humo que huye, pese al esfuerzo de la memoria y de sus brasas.

El viaje iniciático que nos propone Ricart tiene una vertiente material y otra cultural, eminentemente literaria. Como en los dos libros anteriores, Riad secreto  y  Desde la Jarquia, Ricart se siente profundamente atraído y seducido por el oriente y el mundo clásico: Marruecos, Egipto, Atenas, reviven ante nosotros mediante toques de muelle sensualidad y pinceladas costumbristas. Pero la mirada del poeta no es ingenua o espontánea: para potenciar lo visto y lo vivido suele echar mano de abundantes citas literarias: Recordar es una forma de esperanza. (Yehuda Amijai) En el poema “Alquimia del alba” refuerza sus impresiones personales con palabras prestadas y resonantes: Anuncian la mañana el frescor de la brisa, / la borrachera del amigo / y la luz débil de las lámparas  (Ibn Sara as Santarini) Siguiendo esta impronta culturalista, frecuentemente se superponen en el libro elementos de la naturaleza y recursos gramaticales o literarios: Disfruto de este sosiego / sin interrogantes ni admiraciones. /Me demoro entre comas y puntos /para gozarlo con más calma. En el poema “Jardín balansí”, exaltación de su Valencia natal, con reminiscencias arábigas, escribe: Sobre este vergel siempre verde, / este espejo de un paraíso /hecho de memoria y metáforas. Desde el comienzo mismo del poemario, Ricart nos introduce en la identificación del mundo y del libro con unas bellas y oportunas palabras del poeta turco Nazim Hikmet: Qué bello es vivir / entendiendo el mundo como un libro, / sintiéndolo como un canto de amor, / sorprendiéndonos como un niño.

El elemento erótico recorre el libro de principio a fin. El poeta, huyendo de su yo atormentado y solitario, busca el placer en brazos de jóvenes musculosos, que brindan sus servicios de forma mercenaria. En la busca de la satisfacción de los sentidos, tiene un papel primordial, el tacto; además, claro está, del sentido de la  vista. El cuerpo entregado es recorrido, como si fuera un mapa, con dedos ávidos y descubridores; dedos que van modelando contornos y alumbrando caricias. Para mí el poema más logrado, al menos desde un punto de vista erótico, es el titulado “Veneno”, montado sobre la alegoría de la serpiente fálica. Además de su alto voltaje pasional y de su ejecución técnica, cabe destacar el hecho, muy bien calculado, de engarzar con el poema anterior; el titulado “Zamel” que, en árabe, denomina al homosexual de forma despectiva. Y el libro se cierra con un regusto ácido: solo son humo y cenizas las visiones  del camino y de su aventura: Son las brasas aún calientes /de besos prohibidos en la sombra. /Pero es sobre todo /la cartografía invisible /para volver al país de los sueños.

Las cenizas del viaje de Ricart, sigue la estela pasional y culturalista de los dos libros anteriores, si bien, es un libro más despojado y contenido. En Desde la Jarquia y en  Riad secreto hay mucha más intertextualidad y más despliegue del mundo sensorial. Así un mercado árabe se puede percibir y evocar con los ojos cerrados y con el olfato abierto al pintoresco abanico de las especias. Las cenizas del viaje son el testimonio de un poeta que ha viajado por países, por cuerpos y por libros y que ha sido capaz de recoger y de legarnos, no un humo fugitivo, o un polvo fatigado de caminos, sino el aroma enervante de un pebetero oriental.

José Mas       


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