Publicado por la
universidad de Huelva, 2011
El libro se divide en tres partes: “Hogueras en la playa”,
“Las brasas de la tarde”, y “Humo fugitivo”. La primera parte consta de 15
poemas, la segunda de 9 y la tercera de 11. Tal vez esta distribución numérica,
-todos los números son impares- sea un recuerdo inconsciente de la silva, ya
utilizada en su otro libro Desde la
Jarquia, que se apoya en un diseño rítmico de versos blancos de número
impar de sílabas. La primera parte indica el comienzo del viaje, que puede
descomponerse en tres momentos importantes: ilusión de llegada en el poema
inicial, “Carretera de Assilah”; añoranza de despedida, en el poema “Último
ferry”; y desilusión de lo logrado en “Manual de supervivencia”. La segunda es
un remanso meditativo, con paradas en ruinas arqueológicas y en paisajes
infantiles, que no dejan de ser, a su modo, otras ruinas. La tercera se centra
en la despedida y en el poso evanescente de las impresiones del viaje. Hay tres
facetas del fuego en la titulación de las partes: desde las hogueras en la
playa, fuego pasional en su manifestación más alzada, hasta el humo que huye,
pese al esfuerzo de la memoria y de sus brasas.
El viaje iniciático que nos propone Ricart tiene una
vertiente material y otra cultural, eminentemente literaria. Como en los dos
libros anteriores, Riad secreto y Desde la Jarquia, Ricart se siente
profundamente atraído y seducido por el oriente y el mundo clásico: Marruecos,
Egipto, Atenas, reviven ante nosotros mediante toques de muelle sensualidad y
pinceladas costumbristas. Pero la mirada del poeta no es ingenua o espontánea:
para potenciar lo visto y lo vivido suele echar mano de abundantes citas
literarias: Recordar es una forma de esperanza. (Yehuda Amijai) En el poema “Alquimia
del alba” refuerza sus impresiones personales con palabras prestadas y
resonantes: Anuncian la mañana el frescor
de la brisa, / la borrachera del amigo / y la luz débil de las lámparas (Ibn Sara as Santarini) Siguiendo esta
impronta culturalista, frecuentemente se superponen en el libro elementos de la
naturaleza y recursos gramaticales o literarios: Disfruto de este sosiego /
sin interrogantes ni admiraciones. /Me demoro entre comas y puntos /para
gozarlo con más calma. En el poema “Jardín balansí”, exaltación de su Valencia
natal, con reminiscencias arábigas, escribe: Sobre este vergel siempre
verde, / este espejo de un paraíso /hecho de memoria y metáforas. Desde el
comienzo mismo del poemario, Ricart nos introduce en la identificación del
mundo y del libro con unas bellas y oportunas palabras del poeta turco Nazim
Hikmet: Qué bello es vivir / entendiendo
el mundo como un libro, / sintiéndolo como un canto de amor, / sorprendiéndonos
como un niño.
El elemento erótico recorre el libro de principio a fin. El
poeta, huyendo de su yo atormentado y solitario, busca el placer en brazos de
jóvenes musculosos, que brindan sus servicios de forma mercenaria. En la busca
de la satisfacción de los sentidos, tiene un papel primordial, el tacto;
además, claro está, del sentido de la
vista. El cuerpo entregado es recorrido, como si fuera un mapa, con
dedos ávidos y descubridores; dedos que van modelando contornos y alumbrando
caricias. Para mí el poema más logrado, al menos desde un punto de vista
erótico, es el titulado “Veneno”, montado sobre la alegoría de la serpiente
fálica. Además de su alto voltaje pasional y de su ejecución técnica, cabe
destacar el hecho, muy bien calculado, de engarzar con el poema anterior; el
titulado “Zamel” que, en árabe, denomina al homosexual de forma despectiva. Y
el libro se cierra con un regusto ácido: solo son humo y cenizas las
visiones del camino y de su aventura: Son
las brasas aún calientes /de
besos prohibidos en la sombra. /Pero
es sobre todo /la cartografía
invisible /para volver al país
de los sueños.
Las cenizas del viaje
de Ricart, sigue la estela pasional y culturalista de los dos libros
anteriores, si bien, es un libro más despojado y contenido. En Desde la Jarquia y en Riad
secreto hay mucha más intertextualidad y más despliegue del mundo
sensorial. Así un mercado árabe se puede percibir y evocar con los ojos
cerrados y con el olfato abierto al pintoresco abanico de las especias. Las cenizas del viaje son el testimonio
de un poeta que ha viajado por países, por cuerpos y por libros y que ha sido
capaz de recoger y de legarnos, no un humo fugitivo, o un polvo fatigado de
caminos, sino el aroma enervante de un pebetero oriental.
José Mas
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