16.5.11

DEUS EX MACHINA

Relato  ganador del premio XXVII Cristofor Aguado

publicado por el Ayuntamiento de Picassent ( Septiembre 2005)
Traducción del valenciano.


Caro Valerio: Te escribo desde la aparente tranquilidad de Capri, pero no te creas lo que dicen de ella (todos los poestas mienten) Es más de media noche y aquí no nadie puede dormir. Esto es un continuo ir y venir de caballos, baúles y fámulos. El pabellón oriental de palacio ha sido provisionalmente habilitado para albergar a los nuevos invitados. Dos centinelas custodian los portones; la guardia pretoriana cada media hora hace una ronda... Nadie sabe nada de nada, pero yo estoy convencido de que guarda alguna relación con el episodio de esta mañana. Verás: hoy en el circo hacía un calor insoportable. Mi amo se aburría y quiso mitigar la canícula con un baño en la playa. Salimos por una puerta secreta, tomamos la Vía Marcelo y al poco sentimos cómo las patas de los elefantes se hundían en la arena. Acampamos. Los esclavos desplegaron las tiendas y en esto un pescador de la orilla vino a informarnos que habían encontrado a un náufrago entre las redes. Mi amo descendió,extrañado de la litera, me señaló con el índice para que lo acompañara. Obedecí al instante. Fuimos hasta un lugar que nos indicó aquel hombre. Mi señor se adelantó, se inclinó y con una fina esmeralda fue observando aquel cuerpo.Un joven algo barbado, de piel, extranjera. Las olas le lamían los pies. La arena se colaba por vagos resquicios. La espuma iba y venía, le arrastraba jirones de tela, y descubría, impúdica, su sexo desnudo

 Puse mis dedos sobre su cuello y asentí con la cabeza.. Mi señor con noble ternura acarició sus cabellos. Me miró a los ojos y me preguntó: -¿Existe el placer supremo? De verdad que no supe cómo interpretar aquella pregunta, en apariencia retórica y me limité a sonreir como en otras ocasiones. De repente se volvió al jefe de la guardia y ordenó regresar a palacio. Dejó el lento elefante y montó en un raudo caballo ¿Existe el placer supremo? Una y otra vez ¿qué significa eso? Me atormentaba ¿a qué se refería? Se chupaba el pulgar ¿con qué intenciones? ¿el cuerpo del muchacho? Su belleza femenil, carne rosada no, ¿ Por qué? Conozco muy bien sus gustos. Que cómo lo sé. Yo mismo reuní una legión entera de preciosos efebos para su servicio personal ¿qué son esos ruidos? parecen caballos ¿quién será ahora?..Lo siento mucho pero me es forzoso dejarte. No te impacientes, pronto recibirás nuevas de este misterioso suceso.Vale.

Caro Valerio:
         Tal como te prometí, aquí me tienes. Confío en que seas indulgente y sepas disculpar esta demora, pero hasta esta misma madrugada no hemos sabido el desenlace de este episodio. Sin embargo antes de narrarte lo sucedido una advertencia: cuando termines de leer esta carta asegúrate de borrar nuestros nombres y hazla circular entre las gentes de Roma. Puede que algún de esos que escriben historia les interese. Nunca se lo perdonaré...pero no te entretengo más amigo mío. Hacía  ya tres días que no había visto a mi amado. Mi amo no me hablaba, estaba embebido en aquellos trabajos secretos, así que determiné investigar por mi cuenta. Una tarde, después de la comida, me tropecé (intencionalmente, todo hay que decirlo) con uno de los criados que servía a nuestros huéspedes. Le pregunté lisonjero sobre aquellos martillazos y ruidos pero el rapaz fingió no saber nada .Sin embargo unos cuantos denarios curaron su ignorancia (aquí todo funciona así, tú debes saberlo) Mi espía me contó que estaban construyendo "un extraño aparato con troncos cuerdas y poleas" estas fueron sus palabras exactas. Esta noticia en vez de sosegarme incrementó aún más mis cábalas mentales: ¿qué aparato? ¿por qué hizo traer a los bárbaros? ¿para qué serviría? ¿un arma de guerra? ¿otro de sus caprichos? Quien sabe.. Pero al día siguiente o sea esta mañana mi señor me ha mandado llamar.Me ha preguntado si no había advertido nada extraño y yo como siempre he fingido no saber nada. Me ha sonreido con cierta ironía y me ha ordenado que fuera preparando una gran fiesta para esta noche. Me ha pedido que invitara a todas las familias patricias de la isla, que los esclavos enlustraran los mármoles, que engalanaran el jardín del patio que hiciera traer los mejores caldos, que preparara exóticos platos y yn sinfín de detalles que ahora  no me dilato.

    

Hace tan sólo una horas, miles de antorchas iluminaban este patio. Se respiraban  nubes de incienso, se oían alegres cítaras y toda la nobleza de la isla revoloteaba alrededor de ese maldito artefacto...La máquina ocupaba el centro del jardín. Un lienzo negro la cubría, lo cual ganaba aún más en misterio. La muchedumbre murmuraba. Según pude saber, rondaban dos versiones.Unos los más creían que se trataba de un monstruo o de un ave fabulosa traída de las Indias, ya sabes "omne ignotum magnificu"...Otros, los menos, confiaban en que sería una máquina de guerra que devolvería el antiguo esplendor al imperio. Pero yo no hice el menor caso a estos comentarios. En esto la música cesó y nuestro césar con pomposo paso se aproximó al catafalco. Se detuvo ceremonioso. Carraspeó un poco. Agarró un extremo del lienzo. Miró al público endiosado y de un brusco golpe desgarró la tela. ¡Amigos, he aquí mi nueva máquina!Todos nos quedamos estupefactos sin dar crédito a lo que veíamos: Un armatoste, cuatro columnas de madera y dos docenas o así de garfíos y cuerdas, tal como me reveló mi confidente. Acto seguido, se oyó un estruendo de trompas y como en un espectáculo, tiernos mozuelos de corta edad y más livianos de peso fueron desfilando de dos en dos. Al final de la larga cola, pude encontrar a mi querido náufrago ¡Estaba vivo! ¡Y con mejor aspecto y todo! Avanzó entre aquella tropa. Dos esclavos negros le quitaron la túnica y lo dejaron "in naturalibus". Después lo escoltaron hacia el interior del sombrío catafalco y allí lo recostaron en una especie de columpio. Lo sujetaron con correas a la cintura, pies y manos. Cuando estuvo bien asido lo untaron con un extraño ungüento. A un extremo los esclavos tiraron de una cuerda haciendo fuerza y así elevaron su cuerpo. Quedó crucificado en el aire, parecía un "deus ex machina". De nuevo el cesar arengó a la multitud: "Esta es la nueva máquina diseñada por los dioses para goce y deleite de los mortales".Dicho esto, los mozos de antes, ascendieron rítmicamente (parecía todo ensayado) por una serie de escalerillas colgantes. Una vez en sus respectivos puestos, se aseguraron al aparato a través de unos enganches, quedando suspendidos en el vacío igual que si fueran ángeles. Mi señor se llevó obsecenamente el pulgar a la boca y con esta señal  al parecer secreta empezó la ceremonia.

Aquellos jovencitos, se abalanzaron como una jauría hambrienta de lobos, sobre el indefenso cuerpo de mi amado. En la parte superior colgaban, los más delgados. Había dos que lamían dulcemente los párpados, dos que aguzaban en el interior de sus oídos y otros dos que buceaban con sus lenguas bajo sus brazos. Siguiendo con su cuerpo, una pareja se colgaba de sus pezones como dos recién nacidos de forma simétrica. Otro taladraba el ombligo, mientras que su compañero debía de hacerlo por el orificio opuesto. Aquello resultaba deplorable, pero eso no era todo. Una sexta pareja pareja parecía devorar su sexo, otra investigaba entre sus ingles y más abajo otros torturaban los dedos gordos del pie...

No relataré los pormenores de la acción para no dar gusto a los censores. Únicamente añadiré que empezó con leves exhalaciones, siguió con jadeos y terminó en gritos. sus manos al principio se mostraban abiertas y complacidas, luego se cerraron como puños de hierro. Primero escalofrío y después espasmo...Horresco referens! Un bronco tambor puso final a aquel patético espectáculo. Con riguroso orden los rapaces abandonaron sus puestos. Pausa. Solemne silencio. Su cuerpo colgaba como un pelele, idiotizado, brillaba lúbrico en saliva, malherido por aquellas bocas viciosas. Su sexo rezumaba un líquido blanquecino y sanguinoliento. Alguien gritó. sangre en el suelo. corrí rápido. Ausculté su pecho. Apreté los dientes. No podía creerlo. Demasiado lejos. El césar con aspavientos invitó a la calma a la audiencia. Reclinado en su cómodo triclinio se llevó unos granos de uva a la boca y me dijo jocoso: "Lástima que tu amigo no pueda contarlo"




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