12.12.11

PROLOGO

 Catálogo exposición 


Desde la imagen, desnuda de palabras que desvíen su intensidad, descubrimos, no sin sorpresa la poesía visual de J. Ricart. Una imagen que en ningún caso observamos aislada, antes bien en combinación, con otra u otras con las que convive. Una imagen que dice desde la acumulación, la superposición o la destrucción. Una imagen viva, como nuestro acto de mirar y de ver.


Si la poesía visual en sus inicios consideró y trató el cuerpo de la letra como elemento plástico, y el residuo del discurso escrito fue mostrado como un factor preponderante a tener en cuenta, en la combinatoria con el icono, aquí el poema visual, desprendido de toda escritura, o bien juega consigo mismo, se relaciona con el territorio de su propio universo, o bien evoca e incide sobre un acontecimiento de nuestra realidad próxima, al que quita sus velos, sus envoltorios, sus pliegues, sus desvíos.


La poesía visual no explica, no construye en ningún caso un discurso contrapuesto a otro, no expone sus razones ni el porqué de la presencia, violenta a veces, de una imagen que flota, rodeada de su abismo blanco. Pero esa ausencia de razonamiento no le quita ni un ápice de su fuerza crítica, de su capacidad de sorprender, de la posibilidad de generar un discurso paralelo, una reflexión adjunta, derivada, no de la imagen sino por la imagen. No de otra forma leo los poemas visuales de J. Ricart.


Pero tal vez lo que subrayaría de este autor es el empleo de la repetición aplicado al icono. Sabemos que un objeto, una palabra, un pensamiento o una imagen, mostrado un sinnúmero de veces de forma idéntica genera una sensación de densidad o de condensación capaz de provocar en ocasiones reacciones de violencia de muy variados matices, aunque  también es capaz de generar cierta sensación de hastío, de hueco, de vacío, aparentemente contrapuesto al anterior. Pero la repetición de la imagen en J. Ricart va siempre acompañada y conjuntada a la presencia de la diferencia una imagen que nunca será idéntica a aquella con quien convive en la misma página destinada a los ojos. Y es esa combinatoria de repetición diferente lo que, a mi entender, hace más atractiva la poesía visual de J. Ricart, dado que toda diferencia apunta en una dirección que se separa y distancia del resto y que además es negada o tal vez acumulada por la imagen o imágenes acompañantes. Por la diferencia, el poema se diversifica, se abre en abanico de forma múltiple, hasta tal punto de que pronto ya no sé qué dirección coger entre las diversas variantes propuestas. Pero tal vez la decisión mejor no sea la de tomar alguna de ellas por separado sino la de apreciar el conjunto de todas ellas, con todas ellas, con todas sus mudas, incluyendo todas las diferencias contenidas, observando el abanico en su totalidad. Es así como me decido a mirar la poesía de J. Ricart.


Bartolomé Ferrando

Profesor de Bellas Artes de Valencia

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