15.10.12

PASION Y ENTEREZA


  
Obituario del poeta José Mas,
publicado en el periódico levante, 12- X- 2012


Lo fácil hubiera sido rendirse al resentimiento, al escepticismo y al desengaño después de todas y de cada una de las trabas. Sin embargo, y pese a  la carrera de obstáculos que fue su vida (físicos, políticos, etc) José Mas siempre estuvo agradecido a la vida, y contagió a quienes le rodearon y querían de un invisible, pero radiante optimismo. “Doy gracias a la vida / amor y muerte que un temblor ha unido” Tal vez fue ese el secreto el que le aportaba la energía y la vitalidad necesaria para no mirar atrás como Orfeo y seguir siempre adelante. Con esa sabiduría benevolente que dicen que nos premia la experiencia, el poeta supo encarar las dificultades gracias a una perspectiva en clave de humor que le ayudó a relativizarlas. También cultivó una especie de solidaridad con el débil, con el necesitado, porque desde su clarividencia, podía contemplar como pocos el alma desnuda de prejuicios y  de convenciones.

Bien es conocido por todos su carácter reservado ante las multitudes y una cierta reticencia a prodigarse en grandes simposios y eventos.  El poeta prefería las distancias cortas, la tertulia improvisada en cualquier ocasión propicia, la charla de tú a tú sobre el tema más peregrino, en la que lo verdaderamente singular y significativo era la afinidad afectiva entre las partes, la sensibilidad, el amor por la poesía, independientemente de los gustos personales, edades o lenguas de sus interlocutores. Reacio a participar en los entresijos y tejemanejes de las Bellas Letras, fue un espíritu libre,  inconformista, independiente de las modas y de las cofradías literarias. Sólo así pudo permitirse el lujo de dedicarse a lo que realmente le importaba: los amigos, la música, la poesía, y en especial  a su mujer Teresa, su compañera durante medio siglo, su aliento, sus ojos, su musa.

Por esta misma razón, el precio que ha debido pagar a cambio ha sido un desapego o indiferencia por parte de la crítica y de las instituciones (una constante que se repite como una maldición en muchos otros escritores valencianos) Aunque en este punto casi podemos afirmar que tampoco le llegó a afectar en demasía. El áureo aplauso del Poder ni lo necesitaba ni lo seducía. Seguramente compartía con Aleixandre el concepto de la  fama entendida como aquella parte que, una vez muerto el poeta, sigue viviendo en un puñado de corazones fraternos. Y es que a lo largo de sus años consiguió reunir - y lo que es más difícil, mantener- a un grupo de lectores devotos y entregados,  y nunca “público” como él gustaba subrayar. Quien haya disfrutado en sus recitales o presentaciones habrá comprobado el éxito de convocatoria y el cuidado con el que atendía a cada uno de sus lectores, mucho más allá del cordial saludo y la dedicatoria firmada. Esta calidez humana, - bastante rara en este gremio-  se constata también en la continuada amistad con antiguos ex alumnos de instituto a los que impartió clase, que lo consideraban más que un profesor de literatura, un maestro de la vida.


José Mas (Pepe, para los amigos) nos dejó el mes pasado, inesperadamente, a causa de una arritmia a sus setenta y tres años. Un final indoloro y súbito- según nos confirman sus familiares-  pero a la vez presentido desde hacía ya tiempo. Una muerte asumida gracias al hecho de haberse enfrentado sin temores, mirándola cara a cara, conjurándola en el corazón de sus versos. “¡Qué bella estratagema/ usa la muerte para entretenerme! Aunque a mi lado rema, / finge desconocerme/ orzando lejos para mejor tenerme” A fin de cuentas, la muerte en sí misma, exenta del patetismo de algunos credos no debería asustarnos. Lo que sí que nos aterra es la agonía  del cuerpo,  el sufrimiento de los seres queridos; y en una dimensión más trascendente la idea de la finitud y del vacío. Afortunadamente mantuvo su autonomía, su lucidez mental y su enérgica actividad hasta el último momento: aporreando el piano, escribiendo, disfrutando con  los amigos. Sus restos fueron incinerados y esparcidos en el mar, en una especie de comunión cósmica, justo en ese espacio privilegiado y primigenio donde se sentía más a gusto, fuera de cualquier limitación física. Atrás queda su voz, sus humildes palabras recogidas en una decena de títulos como Orquesta de sombras o Península de olvido, a los que pronto habrá que añadir “Fuga y contrapunto” (su último libro inédito, que en breve se publicará).  Mucho más que poemas  excelentemente escritos, nos queda el recuerdo de un amigo entrañable; nos deja un modelo digno de imitar  por su  entereza y su afán de superación. Más que un panegírico de cartón piedra o un obituario con bibliografía, valgan estas modestas líneas como nuestro más sincero homenaje. Hasta siempre.







No hay comentarios:

Publicar un comentario