12.6.18

ARTE DE CAZAR UNICORNIOS




Poema pertenenciente al libro Biblioteca del Príncipe di Sangro,
publicado en el libro Los seis dedos de una mano,
editado en Corona del Sur, Málaga 2018



ARTE DE CAZAR UNICORNIOS
O DE CÓMO CONSERVAR Y CULTIVAR LA INOCENCIA,
ATRIBUIDO AL ABAD ANTONIO DE ALCÁNTARA.
LYON, 1663


No leer / no sufrir, no escribir, no pagar cuentas
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.
Cónsul de Sodoma



Cuando yo fui joven y amé borracho (simbiosis del beso en una misma boca)… cuando la noche era un carnaval perpetuo de pieles y plumas prohibidas (símil quizá o simulacro)…La ceniza añora siempre el incendio. El recuerdo se agranda como un remordimiento, pero su eco es una flor que se deshoja. La melancolía imanta ayeres, sus alas despliegan altas aleluyas. La magnolia sueña con ser casta paloma, y la lágrima dialoga entre el fuego y el agua. Augurio o presagio, albricias de voz y de alcándara. El tiempo es cancerbero y a la vez carcelero del verso. La escritura es caudal pero también cauce.
Vivir entre interjecciones. Viajar tan lejos de los dioses que la nostalgia impregne el poema. Vencer el plomo de las balas y el bronce de las campanas sin ningún miedo. Escribir hasta que crujan los dedos y se dobleguen las rodillas, enamorado del bello gesto de los lirios cuando resbalan por la mejilla. Buscar el clavel quizá más puro cuando la tarde declina y con ella muere el susurro de una flauta lejana. Cada hombre sopla sobre el mismo azogue labrado, pero su aliento lo empaña de forma diferente. Mi voz se pierde en la memoria de los puentes oxidados, pero se encuentra en el atlas de las constelaciones.
El invierno acuña las monedas desgastadas de la vida mientras tú eliges un epitafio de ruina o muerte. Renglones como senderos de hormigas, rimas como música de cigarras, silencio como preámbulo de la ausencia, un poema plácido como una siesta de pastores y corderos, tranquilo como un estanque de peces perezosos ¿Cambiar? Cuando lo hagan las montañas o cuando los náufragos caminen sobre las aguas. La rosa embalsamada en un códice antiguo es mucho más fragante que la recién cortada. Hay poetas que se miran en el espejo, y otros que miran qué hay detrás de ellos. Hay corsarios de ideas ajenas y cortesanos fieles a la metáfora. Pero todos dejan heridas de muerte las palabras y marcados como naipes los sueños. El verso es la suave melancolía de la huella, la espiga de trigo de triunfo o esperanza. Pronto la noche se cerrará como un grueso grimorio y el alma se quedará en prenda entre sus páginas.







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