Poema
pertenenciente al libro Biblioteca
del Príncipe di Sangro,
publicado
en el libro Los
seis dedos de una mano,
editado
en Corona del Sur, Málaga 2018
RELACIÓN VERDADERA
SOBRE LA EXTRAÑA LEYENDA
DE LESTAT DE LIONCOURT,
MARQUES DE AUVERNIA.
PARÍS, 1770
Ni
el sol ni la muerte pueden mirarse fijamente
Duque
de la Rochefoucauld
Encerrado entre estos muros sobrevivís a los siglos. Leéis de
noche arropado por las sombras en este cementerio de libros viejos. Inmunizado
al del tiempo, sólo el peso de la memoria os afecta. Más allá de estos ángulos,
los años pasan ajenos y absurdos, allá fuera sigue el bullicio vulgar de esta
época que tanto detestáis. Todo a vuestro alrededor está condenado a
extinguirse inexorablemente, a seguir su curso como un río; mientras vos
seguiréis impasible, inmutable, como si vuestra belleza se hubiera congelado el
día que figura sobre este mármol. Todo perecerá carcomido por la enfermedad del
tiempo. menos vos que desafiáis las leyes divinas. Destruís todo aquello que
tocáis; matáis aquello que amáis. He aquí vuestra condena. Vuestro hálito es
gélido como el de la muerte. Vuestros labios sólo envenenan a vuestras
víctimas. El cuello de ese tierno muchacho que ahora besáis, ya es una flor
cortada que en vuestras manos se marchita. Cuanto poseísteis yace en el polvo y
la ceniza. Los bosques frondosos y rubios de vuestra juventud son ahora un
puñado de sombras lejanas. Los castillos y palacios de vuestros antepasados
fueron arrebatados o destruidos. Los privilegios, abolidos. Se han sucedido
tantas generaciones que el populacho a pesar de vuestros crímenes, ya ni os
teme ni os recuerda. A pesar de vuestra cínica sonrisa, os sentís terriblemente
solo, como un ángel caído, y presentís que sois el fin de una raza. Estáis
solo. Mucho más solo de lo que puede estar un hombre. Ni tan siquiera vuestra
sombra o vuestro doble en el espejo os acompaña. Estáis harto de resucitar
todas las noches, y de repetir paso a paso la misma liturgia. Harto de vagar
sediento de sangre y de belleza. Estáis tan solo y tan cansado, que incluso más
de una vez habéis deseado que una estaca atravesara silenciosa y feliz vuestro
pecho. Abandonar por fin vuestro estrecho refugio, exiliaros del reino de las
tinieblas. Quizá tener ahí fuera un descanso digno.
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