15.8.22

ELOGIO DE LA NOSTALGIA

 

Prólogo del libro de collages, "Atlas de la memoria" publicado en la colección Pliegos de la Visión nº 27 Ediciones Babilonia,  Valencia 2022.                                        

“Cominciai a capire che il mondo, come lo avevo conosciuto,

si sarebbe disintegrato, o meglio, e questo era anche peggio,

rompersi in piccoli pezzi che non potrebbero più attaccarsi”

Duca di Verdura

Imaginemos por un momento, querido lector, pongamos por caso, que pudiéramos sortear la paradoja intrínseca de esta muestra y plasmar sobre un papel milimetrado la cartografía del recuerdo: ¿Quién sería el geógrafo o el topógrafo? ¿Qué escala de dolor utilizaría? ¿En qué hemisferio ubicaría las tierras del olvido? ¿En qué océano, la isla de las soledades? ¿En qué jaula de meridianos y paralelos, el volcán del deseo?... Dejemos aparte estas elucubraciones filoliterarias y rastreemos sus antecedentes.

Por una parte, estos collages se inspiran en los “álbumes de recortes” un refinado pasatiempo muy en boga entre las clases nobles y pudientes en la Inglaterra de la segunda mitad del XIX .Por ejemplo, el “Libro victoriano de la sangre” (1854) de J. B Garland, un inquietante puzzle de láminas de ángeles, flores y cruces con citas bíblicas y poéticas. Pero, por otra, guardan numerosas similitudes con el “cuaderno de viaje” donde los aventureros del Grand Tour incluían breves impresiones de los lugares visitados, dibujos, entradas a museos, billetes de transporte, postales, fotos y otros “souvenirs

De forma análoga estas obras son el resultado de una cuidada selección y  combinación entre miles de pedazos y piezas (etiquetas, documentos oficiales) después de múltiples ensayos según preferencias personales, aleatorias o académicas (equilibrio, volúmenes, colores) De este modo, los fragmentos han renunciado a su particularidad en beneficio de la unidad y coherencia. En esta misma línea conviene reseñar un rasgo recurrente: la perfecta armonía entre “naturalia” y “artificialia”, mariposas, conchas, hojas, sobre páginas de diario tal cual sucedía en  los “wunderkammer”  o gabinetes de curiosidades y maravillas.

No se trata de otra entrega de poemas visuales (aunque a primera instancia lo parezca) sino de collages “puros” en su intrínseca etimología. Es decir, son estéticamente autosuficientes y no necesitan referencias ni metadiscursos para actualizar su significado. Retazos de papel marchito y ajado, pero aún capaces de rotular y relatar pequeñas historias: desde caligrafías de niño, cartas de amor secreto, estampillas de santos olvidados, hasta sellos con reyes destronados o mapas con imperios abolidos. Testigos silenciados por el tiempo que vuelven a restaurar su sentido en cada ensamblaje, y que en conjunto constituyen un vintage journal, similar a los trabajos de scrapbooking de Gongam o Barayan.

Todo artista (y todavía más cualquier poeta) es un prevaricador pessoniano.  Su oficio consiste en (re)crear sensaciones, estímulos, muchas veces tintados por ese veneno lento que es la nostalgia. Esa tristeza ensimismada que imprime hacia adentro el vacío de aquello que alguna vez perdimos o fantaseamos. Esa peligrosa droga que amortigua la angustia de cada día. Ese consuelo agridulce de los que no atisban ningún futuro, de los incomprendidos, de los fracasados

Confieso con cierto orgullo aristocrático que en ocasiones me siento así: extraño, y al mismo tiempo, extraviado. Me tocó vivir en esta época, aunque fui educado en otro siglo con otros valores y otros gustos hoy del todo anticuados. Poco o nada me importa  que a estas alturas me tilden de decadente o de retrógrado. Siempre he sido un coleccionista compulsivo de antigüedades con las que he ido construyendo mi propio “palacio de invierno” hasta convertir mi casa en lo que hoy es un “búnker de belleza”. Por eso mismo, desde aquí reivindico la nostalgia, porque glorifica el recuerdo como último refugio en este mundo cada vez más zafio, más difícil y más incierto. ¿Elogio o elegía? Definitivamente, ensoñación por las ruinas de un pasado idealizado, aunque solo sea un falso espejismo de nuestra imaginación o de nuestra memoria. 

J. Ricart

     Conte di Belcastro

 

 

 

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