Arqueología de la belleza
.
La langue est une
peau Je frotte mon langage contre
l'autre.
Ma langue tremble
de désir.
Roland
Barthes
Sería
demasiado precipitado y pretencioso buscar una evolución radical en menos de
cinco años en un creador tan polifacético como J. Ricart: crítico, editor,
poeta discursivo, docente y al mismo tiempo un consumado coleccionista. A
primera instancia esta Antilogía Poética
parece un apéndice de su anterior plaquette. Sin embargo, las apariencias a
menudo engañan.
A
pesar de que el cuerpo masculino sigue constituyendo su materia prima favorita
en esta entrega su presencia se reduce en casi la mitad, dejando espacio al
ámbito de la crítica social y la metapoesía. Por otra parte, convendría
recordar para tranquilizar a los pacatos (que solo ven “efebos divinos y hojas de acanto”) que la belleza que sus modelos
irradian es de una perfección casi marmórea. Se trata de objetos de deseo, pero
nunca son lascivos. Es más, muchas imágenes son asexuadas (no es casual la
abundancia de ángeles o incluso de un Sireno)
En
la misma línea de otros trabajos, el autor rechaza la composición digital basada
en filtros, capas y texturas a golpe de clic, y defiende el collage tradicional
de cola y tijera por su carácter manual y por el aura de obra única. Para este
propósito, selecciona uno a uno los recortes y cuida con esmero los fondos
igual que si se tratara de un lienzo. No obstante, en esta muestra podemos advertir
algunas novedades como el formato cuadrado (que ayuda a centrar y equilibra
mejor la figura), los nuevos materiales (facturas, grabados, mapas, documentos
notariales, etc) o algunas técnicas del scrapbooking.
Heredero
ilegítimo de la postmodernidad, Ricart desconfía del poder trascendente o t(r)aumatúrgico
del arte. Más que mago es un prestidigitador, y con los años se ha convertido
en un excelente ilusionista de la imagen y de la palabra que por unos momentos
nos invita a soñar. Ya sentenció Eco “I
poeti hanno il dovere di inventare belle bugie” De esta manera sus collages
no parecen una yuxtaposición de piezas heterogéneas, sino todo lo contrario. Cuando
los contemplamos tenemos la sensación de unidad y armonía: todos sus elementos
encajan unos con otros sin necesidad de nexos, hasta el extremo de borrar los
pliegues que los delatan (Eterno retorno)
Si
su poesía discursiva cada vez más se fundamenta en la imagen (bastaría leer su
último libro Ex voto) de forma
inversamente proporcional su poesía visual se aproxima más a la composición
pictórica o a la ilustración. Y es en
este aspecto donde se pueden apreciar ciertas influencias, por ejemplo, de Pacauld,
Lazanby, pero sobre todo del brasileño Eduardo Recife. Pese a esta regla
general, podemos encontrar excepciones en forma de metáforas visuales puras (A de ángel, Primula Veneris, Tradición).
En esta serie de collages el poeta utilizará algunos recursos retóricos como el
reciclaje de óleos y esculturas (Dalí, Miguel Ángel); las continuas referencias
a la cultura del Setecientos (iconografía religiosa, jeroglíficos, emblemas); la
plasmación de tópicos literarios (Vanitas,
Arcadia, Ab ovo) o la peculiar interrelación entre título y obra: unas
veces literal (Crown Diamonds), otras
literaria (Haiku), otras crítica (Fe de vida) o más críptica (La flauta de Pan).
J. Ricart es un incansable buscador de la
belleza. Es un arqueólogo que rebusca entre la hojarasca de viejos papeles y
legajos; (tal como apuntamos al principio es un apasionado bibliófilo y
anticuario). Pero, también es un arquitecto capaz de alzar sólidas construcciones
a partir de ruinas y recortes. Allí donde el resto solo ve desperdicios que
nadie quiere, él encuentra una mina con infinitas posibilidades. La diferencia
estriba en el punto de mira y en los insondables límites de la lógica. La
creación es, pues, para nuestro autor un pasatiempo alejandrino, un lujo más
que necesario. En el sentido deleuziano, es un privilegiado que trabaja por
gusto, más allá de tendencias o de intereses crematísticos. En pocas palabras,
Ricart es un aristócrata por sangre y por la elegancia, un espíritu libre, un
artista autodidacta con un estilo inconfundible. Como ya bien señaló Agustín
Calvo “comienza su trabajo, su creación,
y su búsqueda de la belleza y la verdad, transformando su experiencia vital, su
mirada, en poesía”
Francesco
Monteleone
Università
Federico II
Napoli, abril
2016
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