9.9.16

Arqueología de la belleza


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La langue est une peau  Je frotte mon langage contre l'autre.
Ma langue tremble de désir.
Roland Barthes



Sería demasiado precipitado y pretencioso buscar una evolución radical en menos de cinco años en un creador tan polifacético como J. Ricart: crítico, editor, poeta discursivo, docente y al mismo tiempo un consumado coleccionista. A primera instancia esta Antilogía Poética parece un apéndice de su anterior plaquette. Sin embargo, las apariencias a menudo engañan.

A pesar de que el cuerpo masculino sigue constituyendo su materia prima favorita en esta entrega su presencia se reduce en casi la mitad, dejando espacio al ámbito de la crítica social y la metapoesía. Por otra parte, convendría recordar para tranquilizar a los pacatos (que solo ven “efebos divinos y hojas de acanto”) que la belleza que sus modelos irradian es de una perfección casi marmórea. Se trata de objetos de deseo, pero nunca son lascivos. Es más, muchas imágenes son asexuadas (no es casual la abundancia de ángeles o incluso de un Sireno)

En la misma línea de otros trabajos, el autor rechaza la composición digital basada en filtros, capas y texturas a golpe de clic, y defiende el collage tradicional de cola y tijera por su carácter manual y por el aura de obra única. Para este propósito, selecciona uno a uno los recortes y cuida con esmero los fondos igual que si se tratara de un lienzo. No obstante, en esta muestra podemos advertir algunas novedades como el formato cuadrado (que ayuda a centrar y equilibra mejor la figura), los nuevos materiales (facturas, grabados, mapas, documentos notariales, etc) o algunas técnicas del scrapbooking.


Heredero ilegítimo de la postmodernidad, Ricart desconfía del poder trascendente o t(r)aumatúrgico del arte. Más que mago es un prestidigitador, y con los años se ha convertido en un excelente ilusionista de la imagen y de la palabra que por unos momentos nos invita a soñar. Ya sentenció Eco “I poeti hanno il dovere di inventare belle bugie” De esta manera sus collages no parecen una yuxtaposición de piezas heterogéneas, sino todo lo contrario. Cuando los contemplamos tenemos la sensación de unidad y armonía: todos sus elementos encajan unos con otros sin necesidad de nexos, hasta el extremo de borrar los pliegues que los delatan (Eterno retorno)

Si su poesía discursiva cada vez más se fundamenta en la imagen (bastaría leer su último libro Ex voto) de forma inversamente proporcional su poesía visual se aproxima más a la composición pictórica o  a la ilustración. Y es en este aspecto donde se pueden apreciar ciertas influencias, por ejemplo, de Pacauld, Lazanby, pero sobre todo del brasileño Eduardo Recife. Pese a esta regla general, podemos encontrar excepciones en forma de metáforas visuales puras (A de ángel, Primula Veneris, Tradición). En esta serie de collages el poeta utilizará algunos recursos retóricos como el reciclaje de óleos y esculturas (Dalí, Miguel Ángel); las continuas referencias a la cultura del Setecientos (iconografía religiosa, jeroglíficos, emblemas); la plasmación de tópicos literarios (Vanitas, Arcadia, Ab ovo) o la peculiar interrelación entre título y obra: unas veces literal (Crown Diamonds), otras literaria (Haiku), otras crítica (Fe de vida) o más críptica (La flauta de Pan).

 J. Ricart es un incansable buscador de la belleza. Es un arqueólogo que rebusca entre la hojarasca de viejos papeles y legajos; (tal como apuntamos al principio es un apasionado bibliófilo y anticuario). Pero, también es un arquitecto capaz de alzar sólidas construcciones a partir de ruinas y recortes. Allí donde el resto solo ve desperdicios que nadie quiere, él encuentra una mina con infinitas posibilidades. La diferencia estriba en el punto de mira y en los insondables límites de la lógica. La creación es, pues, para nuestro autor un pasatiempo alejandrino, un lujo más que necesario. En el sentido deleuziano, es un privilegiado que trabaja por gusto, más allá de tendencias o de intereses crematísticos. En pocas palabras, Ricart es un aristócrata por sangre y por la elegancia, un espíritu libre, un artista autodidacta con un estilo inconfundible. Como ya bien señaló Agustín Calvo “comienza su trabajo, su creación, y su búsqueda de la belleza y la verdad, transformando su experiencia vital, su mirada, en poesía



Francesco Monteleone
Università Federico II
Napoli, abril 2016




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