Prólogo del libro “ Xulazos” publicado en Ediciones Babilonia, Valencia, 2011
Lo que termina y no empieza
ni es verdad ni tiene belleza.
Gloria Fuertes
Los collages de Ricart empiezan cuando acabamos de mirarlos; justo en el momento en que apartamos la mirada de ellos comenzamos a verlos por completo. La obra artística o poética, el poema visual ya no es una copia de la realidad ni su representación, es una realidad compleja en sí misma y, como tal, suscita nuestra intriga, nuestra duda y también, por supuesto, nuestra sorpresa admirativa. Efectivamente, las preguntas surgen cuando dejamos de mirar sus composiciones, pues la recreación mental resuelve y completa, y nos abrimos a sus infinitas interpretaciones.
Ricart crea collages caleidoscópicos de gran belleza. Conoce a la perfección la naturaleza de una forma de creación que interpela nuestra capacidad de comprensión y que puede interpretarse de diferentes maneras, todas válidas. Surge con rotundidad en sus obras la forma de lo que somos: el cuerpo masculino desnudo, convertido no ya en mero objeto de deseo, sino más bien como sujeto de nuevas realidades posibles. Si Duchamp usó objetos banales para cuestionarse la identidad misma del arte, Ricart crea sus metáforas visuales centrándose en el cuerpo masculino y contraviniendo la costumbre con la que lo miramos.
El collage, es sabido, es un extrañamiento de la imagen, su descontextualización y su conversión a una realidad múltiple. Pero, no sólo se recortan y pegan, los buenos collages, como los de Ricart, son transformación vital: la imagen cotidiana es redescubierta, afianzada, desligada y administrada en la creación de una realidad nueva, en mundos paralelos que se dibujan para enseñarnos las infinitas posibilidades de la apariencia y sus interpretación, tal como hicieran Picasso y Braque, y tantos otros, desde principios del siglo XX.
Con el advenimiento del collage sobre el arte contemporáneo se rompió, entre otras muchas definiciones, con los conceptos de original y de copia, pues la apropiación y reutilización de imágenes ajenas podía ser un hecho artístico en sí mismo, más allá de la osadía mitificadota o desmitificadora del material utilizado. Además, ya desde las vanguardias, la publicidad ha sido uno de los ámbitos donde más se han venido usando sus mecanismos y maneras; pero, obviamente, con unos objetivos bien diferente a los artísticos. Ricart le da la vuelta a esta situación y se sirve, de manera totalmente desinhibida, de material proveniente de la publicidad, revertiéndolo en su búsqueda artística, en su creación original que devuelve el cuerpo masculino, a la manera clásica, al centro esencial de la representación artística. Así, la utilización de material publicitario, -ámbito donde el desnudo, tanto del cuerpo femenino y como del masculino, ha sido usado de manera indiscriminada y, normalmente, vacía de contenido-, se convierte en una herramienta renovada para transgredir la costumbre y la insustancialidad a la que nos tiene cegados la propaganda, -sin duda, la banalización del cuerpo humano y la revolución multiplicadora de la imagen digital están degradando lentamente nuestra manera de mirarlo y, en cierta manera, enfriando nuestra libido-.
Ricart corta de raíz con la representación actual -y políticamente correcta- de nosotros mismos y la transforma hacia una mirada auténtica, que nos hace cuestionarnos no sólo la realidad sino también la esencia del arte y su existencia en el mundo contemporáneo. Además, y no es cuestión menor, devuelve a nuestra mirada una excitación renovada, no exenta de humor, presente en la interacción significativa entre las imágenes y algunos de los títulos.
De esta manera, Ricart roba a la publicidad no sólo sus imágenes, sino también sus herramientas creativas, y las devuelve al ámbito plenamente artístico. Donde las imágenes propagandísticas finalizan en sí mismas, Ricart comienza su trabajo, su creación, y su búsqueda de la belleza y la verdad, transformando su experiencia vital, su mirada, en poesía; en alimento para nuestras mentes voraces de autenticidad, deseosas de recuperar una sensualidad plena en lo que perciben.
Agustín Calvo Galán
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